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martes, 8 de mayo de 2012

¡Ay, Dora! ¿Qué me has hecho?



Vengo llegando de mi retiro de tres días, alojando en una casa de convivencias a unos 200 kilómetros de mi hogar, en silencio, para dejar hablar a Dios y oírle, que era la idea para hacerlo.

25 mujeres de toda edad, juntas, ya se sabe, es un cotorreo imparable a unos decibeles que hacen  que hasta los pájaros del lugar deseen huir, por lo que para facilitarnos el estar calladas, leemos un libro durante las comidas. Este año ha sido una biografía de Dora del Hoyo, primera numeraria auxiliar de la Prelatura del Opus Dei, que hizo de su trabajo del hogar una verdadera cátedra de cómo hacerlo a la perfección poniendo todo lo necesario para santificarse con él. Es que no hay trabajo menor ni indigno si se hace cara a Dios, como ella hacía y como enseñaba a hacer nuestro santo fundador, san Josemaría Escrivá.

Ahora tengo el tremendo problema: no puedo dejar de preguntarme cómo habría hecho Dora lo que tengo entremanos. Es que nos dejó la vara muy, MUYYY ALTA

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