En nuestra vida diaria se nos presentan muchas encrucijadas y tenemos que decidir.
Qué hacer. Qué elegir. Incluso lo decimos en voz alta: ¡Dios mío, qué hago!
Pues en esa frase puede estar la respuesta.
Quiero decir, que los católicos tenemos muy clara la teoría: Dios existe y es el Rey del Universo. Nada escapa a su conocimiento y nada escapa a su poder. Él tiene un proyecto para nosotros, así que lo más ventajoso, lo más satisfactorio, lo que nos hace más felices es adecuar nuestras decisiones al querer de Dios.
Pero...a la hora de la verdad, a pesar de ese Dios mío qué hago, lo cierto es que se nos olvida consultar con Él nuestra jugada en el tablero de la vida, y como una pobre ficha de parchís, saltamos de casilla en casilla según sople el viento.
Ponderemos pues, nuestras ideas, antes de actuar, de tal modo, que no sea una decisión personal, sino una decisión hablada y pensada en la presencia de Dios Nuestro Señor.
"Señor, qué debo hacer"
Esta pregunta, si la formulamos con intención de escuchar, siempre tiene respuesta.