He estado recordando que una de las primeras personas que me hablaron del Opus Dei fue mi madre. Le interesaba, pero también lo conocía poco o nada y, por curiosa, oía algunas cosas sacadas de contexto que al recordarlas me resultan muy divertidas, como la siguiente:
Mi hermana estudiaba en un centro educacional dirigido por algunas personas de la Obra, de mucho prestigio, y comenzó a cambiar su piedad notablemente. Gracias a eso yo conocí mi vocación, pero mi vieja, al comentarme el cambio -para bien-, me dijo casi en secreto que "rezaban unas oraciones a las doce del mediodía", sin caer en la cuenta que era lo mismísimo que ella, sus hijos y millones en la Iglesia rezábamos en el colegio y siempre: nada menos que el Ángelus que yo tenía casi olvidado.
¡Bendita sospecha de algo raro que me llevó a recuperar el tiempo perdido!
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