La primera vez que puse un pie en un edificio de la Obra debí esperar a una amiga supernumeraria un rato largo. Hacía clases ahí.
Eso me permitió fijarme en los detalles, y hasta hoy recuerdo el impacto que fue para mi ver que todas las ampolletas/focos/bombillas de la luz estaban perfectamente limpios y brillantes. Salvo por libros como Camino, conocía poco del Opus Dei porque vivía lejos de la Capital, pero ese día me quedó claro, y grabado para siempre lo que es el trabajo santificado, en este caso por numerarias auxiliares y personas formadas por ellas para el trabajo de administración de los centros de la Obra. Se sentía bien ahí, y ayudó a darme cuenta de mi vocación. Cada vez que puedo, se los digo, y ellas se alegran conmigo.
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