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Confesonarios durante la JMJ en Madrid 2011. No están en desuso, al contrario, se han puesto "de moda", enhorabuena. |
Es curiosa que la tradicional pregunta sea expresada en forma negativa. ¿No sería mejor que la costumbre fuera preguntar cuánto tiempo hace que nos confesamos? Es que es tan clásico hacerle el quite a la ducha espritual porque nos acostumbramos a los malos olores del alma, parece, y no es que yo me excluya, porque aún recuerdo lo que me complicaba acercarme al confesonario. No era por vergüenza principalmente, sino por enredarme en el cómo decir mis pecados, es decir, como darles un ángulo que me eximiera de decir pan pan vino vino algo que por definición es malo y feo de pinta.
Con la práctica de la confesión frecuente me he ido soltando para hacerla y ya no me lío porque gracias a las enseñanzas tan didácticas de san Josemaría aprendí a decir primero lo que más me cuesta y en el examen, a fijarme también en los pecados de omisión, que pueden llegar a ser lo peor que tengamos que confesar, como por ejemplo: falté a la caridad; no visité a mi tía latosa y enferma y ella está sola; dejé para mañana mi trabajo y al final no lo hice y.............¡un larguísimo etc!
No es andarse buscando pecados, sino ser más fina para ir pareciéndonos más al modelo que es Cristo y su madre santa María. Ellos fueron a pie a las Bodas de Caná; Jesús iba a curar al siervo del centurión cuando ya no fue necesario; fue a resucitar a la hija de Jairo. Hay miles de detalles que para un cristiano no lo son.
Una amiga me hacía notar que al confesonario podemos entrar coloradas, pero salimos siempre contentas. Es verdad.